Sons de Liberdade
Sons de Liberdade reúne piezas nacidas del gesto libre: obras que no obedecen a una serie, sino a un impulso.
Son exploraciones intuitivas donde la materia se mueve sin mapa previo, dejando aparecer formas, ritmos y paisajes que emergen por sí mismos.
Cada obra es un instante de apertura:
un lugar donde el color se desata, la textura busca caminos nuevos
y la artista se permite experimentar sin frontera.
Aquí la libertad no es un tema:
es el origen de la forma.
Adriano
50 x 70 cm - Lienzo. XC 011
Acrílico, gesso, cartón, piedras, arena y tierra
Adriano es un horizonte interior construido con estratos reales de camino: piedras recogidas en Mérida y Ponferrada, lugares que simbolizan historia, tránsito y herencia.
La obra se organiza en tres planos:
– Luz en la parte superior, donde los amarillos se disuelven en verde agua, como un cielo que abre futuro.
– Memoria mineral en el centro, una franja donde la materia se fractura y recompone, guardando la huella del viaje.
– Profundidad fértil en la base, donde tierra y sombra generan un fondo que sostiene.
En conjunto, la pieza es un umbral:
lo que asciende hacia claridad y lo que arraiga para sostener.
Adriano no representa un lugar, sino una travesía.
Una reconstrucción hecha de territorio, memoria y horizonte.
Alma Ardente
50 x 70 cm - Lienzo. XC 030
Acrílico, gesso, corteza, cenizas , líquen y pan de oro
Alma Ardente nace de los incendios que arrasaron Galicia en 2025.
La corteza quemada y las cenizas reales incorporadas a la obra guardan la memoria del bosque herido: aquello que ardió, aquello que resistió.
En el centro, la llama vertical no es destrucción, sino alma viva: la fuerza que se eleva incluso cuando el territorio se oscurece. El pan de oro introduce una luz que no es exterior, sino interior: la dignidad profunda de una tierra que se rehace desde sus brasas.
La obra oscila entre duelo y renacimiento.
Entre la cicatriz negra del árbol y el fuego que se niega a extinguirse.
Galicia arde, sí, pero también renace.
Este cuadro es la respiración de esa resiliencia.
Alborada
50 x 70 cm - lienzo. XC 037
Acrílico, gesso, arena , pan de oro
Alborada nace en el límite exacto en el que la noche cede. La luz no irrumpe: persuade. Avanza lenta sobre el agua, tiñendo el horizonte de un dorado que parece recordar al mar quién fue primero: la claridad.
La textura guarda el eco de un terreno que ha resistido la sombra. El azul profundo todavía sostiene el peso de lo vivido, pero el oro—fino, leve, irrepetible—traza la promesa de un día que se abre paso incluso en los cuerpos cansados.
No es un amanecer externo: es el momento en que la mirada decide levantarse.
Alborada es ese lugar donde el paisaje y el alma coinciden en una sola verdad: la luz vuelve siempre.
Berbés
70 x 90 cm - lienzo. XC 038
Acrílico, gesso, arena , pan de oro
Berbés es la memoria líquida de un lugar donde el mar no solo llega: cría vida.
Las capas de arena y gesso dibujan la respiración de una costa que ha visto partir y volver a generaciones enteras. La ola, densa y translúcida, se curva como un gesto antiguo: el abrazo que sostiene incluso cuando uno no lo sabe.
En la superficie, el pan de oro prende como una chispa de dignidad: la luz que permanece después de la tormenta. Nada aquí es decorativo; cada trazo guarda la tensión entre el mar que arrastra y el mar que ampara.
Berbés es territorio y es origen:
el lugar donde todo empieza a saberse verdadero.
Bruma
30 x 40 cm - lienzo. XC 039
Acrílico, gesso, arena , pan de oro
Bruma captura el instante exacto en que el mar deja de ser superficie y se vuelve umbral.
La neblina no oculta: revela por suspensión, como si el mundo respirara más lento para que uno pudiera escucharse dentro.
Las líneas doradas descienden como un eco vertical, un recordatorio de que la luz también cae, también toca el agua. En la calma turquesa del fondo late una pregunta antigua:
¿qué emerge cuando todo se vuelve suave?
Este cuadro es la memoria de lo que se aclara sin prisa.
Caruso
30 x 40 cm - lienzo. XC 040
Acrílico, gesso, arena , bicarbonato, tintas acrílicas
En Caruso, el color no describe: canta.
La pincelada central vibra como un pecho que se abre para dejar salir una voz antigua, una voz hecha de herida y de potencia.
El rojo incandescente asciende como un aria que rompe el silencio interior; el turquesa y el negro responden como un coro de profundidades. Todo parece en movimiento, como si la materia estuviera afinándose para alcanzar una nota imposible.
Esta obra es el instante en que el alma —por fin— se escucha a sí misma y se atreve a resonar.
Eixo
60 x 80 cm - lienzo. XC 041
Acrílico, gesso, arena , pan de oro, vendas de algodón, tintas
Eixo es el árbol que sostiene el cielo interior. Sus ramas, tensas y vivas, se abren como nervaduras de un cuerpo que recuerda su centro. El oro no adorna: marca la línea sagrada por donde circula la fuerza.
El fondo oceánico respira detrás, moviéndose como una atmósfera en transformación. Todo parece suspendido en un instante de revelación: el momento en que la raíz reconoce su propio poder y el tronco deja de inclinarse.
Esta obra es el gesto de afirmarse:
un eje que se erige para no volver a doblarse.
Gundivós
60 x 90 cm - lienzo. XC 042
Acrílico, gesso, arena , polvo de mica, concha
Gundivós emerge como una arqueología del agua: capas que se levantan como placas antiguas, memoria mineral que el mar no ha logrado borrar. La textura, densa y casi geológica, recuerda la olería negra y el barro que guarda siglos de fuego y de mano humana.
Aquí, lo terrestre y lo acuático se encuentran en un mismo latido.
Lo que vemos no es un paisaje: es un estrato vivo donde la tierra se abre paso hacia la luz y el océano la recubre con su respiración azul.
Una obra que sostiene:
la belleza que nace cuando lo profundo decide ascender.
Lembranza
70 x 90 cm - lienzo. XC 043
Acrílico, gesso, arena , piedras, pasta de modelar, polvo de mica
Lembranza es un territorio suspendido entre lo que fue y lo que aún permanece. La obra se despliega como una orilla de memoria, donde el agua guarda huellas antiguas y el oro cae como un sol que insiste en volver.
Las texturas —rugosas, heridas, luminosas— funcionan como capas de recuerdo: lo que la vida arrastró y lo que decidió quedarse. El azul verdoso abre profundidad; los verticales dorados descienden como ecos que no se apagan.
Es una pieza que habla de ese instante íntimo en el que la memoria no duele, solo ilumina.
Magosto
40 x 60 cm - Tablilla. XC 044
Acrílico, gesso, arena , polvos de mica mineral
Magosto encarna el calor que permanece cuando el fuego ya no está. La obra respira tierra templada, brasas que se apagan despacio y un resplandor rojo-ámbar que parece surgir desde dentro.
Las texturas ásperas evocan cortezas, frutos, suelo vivo: aquello que guarda la memoria del otoño y su ritual de reunión. Es una pieza silenciosa, pero llena de aliento; no representa la llama, sino la intimidad del rescoldo.
En su centro vibra esa luz humilde que acompaña, calienta y sostiene:
la luz que queda cuando todo lo demás se apaga.
Niña
50 x 70 cm - lienzo. XC 045
Acrílico, gesso, arena , polvo de mica, trementina
Niña es una visión desde dentro: una pupila oceánica que guarda memoria y origen. La forma central, suspendida en azules profundos y veladuras turquesa, late como un núcleo protegido, un ojo que observa y a la vez se abre al mundo.
El contorno terroso funciona como frontera y raíz, recordando que toda mirada nace de un cuerpo que ha atravesado sombras. La luz interna, casi líquida, sugiere un despertar: el instante en que algo —o alguien— se reconoce por primera vez.
Esta obra es un umbral íntimo:
mirar hacia fuera sin perder lo que aún aprende a mirar hacia dentro.
Omphalos
50 x 70 cm - lienzo. XC 046
Acrílico, gesso, arena , polvo de mica, tintas, vendas de algodón
Omphalos es un árbol que asciende desde un vórtice de luz: el centro del mundo convertido en cuerpo. La espiral que emerge en el tronco no es un adorno, sino un origen: señala el punto donde la vida se concentra antes de expandirse.
Las ramas se abren con fuerza hacia un cielo turquesa atravesado de destellos, como si cada trazo buscara recuperar una dirección perdida. La materia —gruesa, rugosa, casi arqueológica— sostiene la imagen de un crecimiento que no empieza afuera, sino en el interior más profundo.
Esta obra habla de arraigo y de impulso: para elevarse, primero hay que recordar dónde arde el centro.
Raigame
50 x 50 cm - lienzo. XC 047
Acrílico, gesso, arena , polvo de mica, asfáltica, líquen
Raigame es la cartografía íntima de un territorio que respira desde sus capas más hondas. En la obra conviven la luz turquesa del agua y la negrura mineral del subsuelo, como si ambas memorias —la líquida y la terrestre— se encontraran en un mismo pulso.
Las texturas profundas, casi telúricas, evocan un suelo antiguo que no deja de transformarse. Sobre él, los brillos de mica y pan de oro trazan un mapa de conexiones invisibles: raíces que no se ven, pero sostienen.
No es solo una tierra: es la pertenencia hecha materia, el lugar donde lo que fuimos sigue latiendo bajo la superficie.
Shangri-la
60 x 80 cm - lienzo. XC 048
Acrílico, gesso, arena , polvo de mica
Shangri-la imagina un territorio imposible: un valle suspendido entre luz y silencio donde la materia parece recordar su origen sagrado. Las montañas se abren como puertas antiguas y el cielo desciende en tonos dorados, creando un horizonte que no pertenece del todo a este mundo.
En el centro, una flor emerge sobre el agua: no florece por azar, florece como gesto. Es la imagen de un lugar interior que se preserva incluso en medio del ruido, un espacio secreto donde la vida sigue brotando con dignidad.
Esta obra no representa un paisaje: es la intuición de un refugio, la memoria de un sitio que tal vez no existe, pero al que el alma siempre regresa.