Pequerrechos
Pequeños en tamaño, inmensos en presencia
Pequerrechos reúne obras de pequeño formato que conservan la misma fuerza poética que las piezas mayores, pero en escala íntima.
Son fragmentos de mar, luz y textura pensados para habitar espacios cercanos: mesas, rincones, estantes, lugares donde la mirada descansa.
Cada pieza actúa como una miniatura del Atlántico: una ola contenida, una respiración, un territorio diminuto que vibra con vida propia.
Aquí lo pequeño no es menor:
es esencia destilada.
Sedimentos I
15 x 22.5 cm Tablilla. XC 072
Acrílico, gesso, arena, veladuras acuosas
Sedimentos I es una microgeología marina: un paisaje íntimo donde el verde erosionado y las capas veladas actúan como memoria del agua. La obra captura el instante en que la materia se asienta y revela lo que el océano deposita en silencio: fragmentos, vibraciones mínimas y huellas antiguas.
Las texturas minerales funcionan como un fondo submarino detenido en el tiempo, donde luz y sombra conviven en un equilibrio suave. Es una pieza que invita a mirar despacio: cada relieve es un resto de marea, un eco de profundidad transformado en color.
Aquí, el sedimento no es peso: es la forma en que el mar recuerda.
Sedimentos II
15 x 22.5 cm Tablilla. XC 073
Acrílico, gesso, arena, veladuras acuosas
Sedimentos II continúa la escucha del mar desde dentro. pero esta vez desde una zona más cálida y luminosa. Las capas ligeras de acrílico, gesso y arena generan un relieve donde la materia funciona como un archivo estratificado: cada fragmento mineral actúa como un eco atrapado en la memoria del agua.
Los verdes abisales y los turquesas erosionados evocan frecuencias bajas, íntimas, que ascienden como un rumor líquido. La obra trabaja en la frontera entre lo visible y lo velado: aquí la luz se mezcla con sedimentos antiguos que vuelven a emerger.
Aquí, la luz regresa desde el fondo.
Sumidoiro
20 x 30 cm. Madera. XC 074
Acrílico, gesso, pan de oro y pintura asfáltica.
Sumidoiro es una pieza que se adentra en la caída del agua hacia su propio centro: un remolino donde la materia se oscurece, vibra y se transforma.
Las veladuras turquesas y los negros minerales construyen un paisaje en movimiento, como si el océano revelara su zona de arrastre —esa frontera donde la luz se hunde para renacer más profunda.
El pan de oro actúa como destello atrapado: fragmentos de claridad que resisten antes de ser absorbidos por la corriente. Cada relieve funciona como un pulso que desciende, una fuerza que empuja hacia lo subterráneo.
Aquí, Sumidoiro es tránsito:
una marea que desciende para volver a aparecer en otro lugar.
Ruxidoiro
20 x 30 cm. Madera. XC 075
Acrílico, gesso, pan de oro y pintura asfáltica.
Ruxidoiro es el rumor profundo del agua cuando despierta la materia. La obra captura el instante en que una corriente interna —turquesas vibrantes, negros minerales y destellos dorados— erosiona la superficie y revela un relieve vivo, casi tectónico.
Las veladuras acuosas funcionan como un paisaje en transformación: zonas que emergen, zonas que se hunden, un vaivén continuo donde la luz se fragmenta y se recompone. Cada textura registra un pequeño temblor, un eco de la energía que asciende desde lo subterráneo.
Aquí, Ruxidoiro es impulso:
una fuerza que arrastra, erosiona y abre caminos nuevos en la materia.
Os Catro Ventos
Os Catro Ventos es una serie que traduce los vientos en materia: cada dirección se convierte en textura, color y movimiento, como si el aire tomara cuerpo sobre la superficie.
Estas piezas pequeñas funcionan como brújulas emocionales: condensan atmósferas, ritmos y memorias del Atlántico, revelando como cada viento modela un estado interno distinto.
Nordés, Solano, Sul y Ponente forman un círculo completo - cuatro temperamentos, cuatro respiraciones del paisaje - que dialogan entre sí como estaciones del alma.
Aquí el viento ya no es clima : es orientación, impulso y origen.
Nordés
15 x 22.5 cm Tablilla. XC 076
Acrílico, gesso, pan de oro y polvo de mica.
Nordés es el viento claro y frío que limpia el horizonte. La obra capta ese impulso fresco a través de azules vibrantes, verdes ascendentes y destellos minerales que funcionan como chispas de luz en movimiento.
Las texturas erosionadas evocan un paisaje que despierta: cada relieve parece arrastrar memoria salina mientras el color se abre paso como una bocanada de aire nuevo. Es una pieza que trabaja en la frontera entre la turbulencia y la claridad, revelando cómo el viento reordena la superficie y prepara el paisaje para un nuevo ritmo.
Aquí , Nordés es transformación luminosa:
un comienzo, un despeje, una dirección que se afirma.
Solano
15 x 22.5 cm Tablilla. XC 077
Acrílico, gesso, pan de oro y mica dorada
Solano es el viento cálido que asciende desde el este y enciende el color.
La obra recoge esa temperatura suave a través de veladuras doradas, verdes vibrantes y destellos minerales que funcionan como un resplandor en movimiento.
Las texturas erosionadas construyen un pequeño paisaje de claridad: aquí la luz no cae, se expande. Cada relieve activa un rumor templado que atraviesa la superficie y transforma el espacio en un mediodía detenido.
Aquí, Solano es apertura:
un viento que despierta, ilumina y despliega la materia.
Sul
15 x 22.5 cm Tablilla. XC 078
Acrílico, gesso, pan de oro y mica dorada
Sul es el viento cálido del sur: un aliento que asciende desde el fondo y enciende la materia.
La obra traduce esa temperatura suave y envolvente mediante veladuras doradas, verdes luminosos y corrientes azules que funcionan como un pulso en movimiento.
Las texturas erosionadas revelan un paisaje abierto donde la luz se expande: cada relieve activa un resplandor que asciende desde dentro, como si el viento trajera consigo un rumor antiguo y fértil.
Aquí, Sul es expansión:
un viento que abraza, madura y despierta la claridad interior.
Ponente
15 x 22.5 cm Tablilla. XC 079
Acrílico, gesso, pan de oro y mica dorada
Ponente es el viento tibio que llega del oeste: un soplo que trae calma, madurez y una luz que desciende lentamente sobre la superficie. La obra recoge esa claridad templada mediante veladuras doradas, verdes suaves y destellos minerales que funcionan como un eco de sol filtrado por el horizonte.
Las texturas erosionadas se despliegan como un paisaje sereno donde cada relieve activa un ritmo pausado: aquí el color no irrumpe, se posa. Es una pieza que trabaja en la frontera entre el resplandor y la sombra, revelando cómo el viento occidental ordena la materia en un equilibrio contenido.
Aquí, Ponente es sosiego:
un viento que aquieta, asienta y sostiene la luz.
Os Catro Mares
Os Catro Mares es una serie que recoge cuatro formas de agua:
cuatro mares simbólicos donde la luz, la sal y la memoria adoptan cuerpos distintos.
Cada miniatura funciona como una atmósfera líquida: condensan ritmos, brillos, profundidades y silencios del océano Atlántico, revelando cómo cada mar posee un carácter propio, una energía emocional y una huella de origen.
Aquí el agua no es solo materia: es tiempo, respiración y memoria en movimiento.
Mar de Ardora, Mar de Alborán, Mar de Sargazos y Mar de Prata forman un mapa íntimo del océano:
cuatro luces, cuatro ritmos, cuatro paisajes que dialogan entre sí como estaciones de la marea interior.
Aquí el mar no es frontera:
es camino, latido y casa.
Mar de Ardora
20 x 30 cm. Madera. XC 080
Acrílico, gesso, red y polvo de mica dorado.
Mar de Ardora es el resplandor que nace en la oscuridad: una luz que brota del agua cuando la noche respira. La obra captura ese instante en el que el mar se enciende desde dentro —como si el movimiento invisible de la marea despertara un fulgor antiguo, íntimo, casi vivo.
Las veladuras turquesas y los dorados fluidos construyen un paisaje que palpita: cada relieve recoge el gesto del agua bajo la luna, cada brillo mineral funciona como bioluminiscencia suspendida en el tiempo. Es una pieza que invita a mirar despacio, porque la luz no aparece de golpe: crece, como un secreto que asciende desde el fondo.
Aquí, Mar de Ardora es revelación:
una claridad que surge en silencio y transforma la noche en un mapa luminoso.
Mar de Alborán
20 x 30 cm. Madera. XC 081
Acrílico, gesso, red y polvo de mica dorado.
Mar de Alborán es el mar donde el Atlántico y el Mediterráneo se tocan: una zona de encuentro, tensión y corrientes que se cruzan como si el agua respirara en dos lenguas distintas. La obra captura ese instante en el que dos mares chocan y se reconocen: azules profundos que avanzan, verdes que retroceden, destellos dorados que vibran en la superficie como señales migratorias.
Las veladuras fluidas generan un paisaje en movimiento: cada trazo recoge la fricción entre masas de agua diferentes, un rumor cálido que asciende desde el sur y una corriente fría que llega del oeste. El relieve mineral funciona aquí como cartografía viva: líneas que se abren, grietas que se iluminan, territorios que emergen y se deshacen.
Aquí, Mar de Alborán es umbral:
un punto donde dos mares se encuentran y la materia decide en qué dirección seguir.
Mar de Sargazos
20 x 30 cm. Madera. XC 082
Acrílico, gesso, red y polvo de mica dorado.
Mar de Sargazos es el territorio donde el océano se detiene sin detenerse: un mar suspendido, cubierto de algas errantes que viajan sin rumbo fijo, creando una superficie viva que respira como un bosque flotante. La obra captura ese estado entre quietud y movimiento, donde el agua parece escuchar su propio pulso.
Las veladuras verdes, turquesas y los destellos dorados evocan corrientes suaves que no arrastran, sino que envuelven. Cada relieve funciona como una traza vegetal, como una raíz marina que se estira, se enreda y vuelve a nacer. Es un paisaje íntimo, casi oculto, donde la luz queda atrapada y se libera en fragmentos móviles.
Aquí, Mar de Sargazos es suspensión:
un lugar donde el océano se recoge, madura y revela lo que flota entre dos mundos.
Mar de Prata
20 x 30 cm. Madera. XC 083
Acrílico, gesso, red y polvo de mica dorado.
Mar de Prata es el instante en que el Atlántico se convierte en un espejo líquido: una superficie que recoge la luz y la devuelve multiplicada, como si cada ondulación fuese una línea de plata en movimiento. La obra captura ese resplandor suave que aparece cuando el mar se aquieta y la claridad se extiende sobre él como un velo luminoso.
Las veladuras verdes, turquesas y los dorados suspendidos componen un paisaje donde la luz no cae: se desliza. Cada relieve refleja el temblor de una marea tenue que avanza sin prisa, como si el océano respirara desde dentro. Es un mar maduro, amplio, contemplativo.
Aquí, Mar de Prata es quietud brillante:
un territorio donde la claridad se posa, permanece y transforma el agua en un campo de luz.